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02 octubre 2014

Las calles y los juegos. Entrevista a Ángel Serrano II parte.

Ángel Serrano llegó para quedarse. Vino hace un tiempo motivado para dejar su impronta en el mural quese hizo en la Quebrada Morales, entre los barrios Libertadores y Canadá, en la localidad San Cristóbal. Así como en Usme -su localidad de procedencia- en los barrios de la parte alta de San Cristóbal dice sentirse cobijado por los Cerros Orientales y por ese aire a terruño que décadas de urbanización y smog no han podido corromper. Cuando intervino su mural, hizo su trabajo, se divirtió y se marchó. Ninguno esperaba que volviera, al menos no tan pronto. Pero sus visitas –que no eran otra cosa que su curiosidad y sus ganas de aprender- se hicieron recurrentes, y de recurrentes pasaron a ser diarias, al punto de que hoy es extraño no verlo con los demás compañeros de equipo. Quizá por eso se le ve contento y quizá por eso también habla con propiedad cuando se le pregunta por el Colectivo Artorte y por el proyecto Cuadras Armónicas, que ya lo siente como suyo. Sereno, de risa fácil y siempre dispuesto a aprender, así es este joven de 21 años.

EL ARTE

Fabio Ramirez: ¿Cuándo empezó su interés por el arte?

Ángel Serrano: En principio no sabía si era arte o no, sólo sé que empecé a desarrollar un gusto desde muy temprano por el dibujo. Y eso lo recuerdo muy bien porque cuando estaba en el colegio -sexto, más o menos- me aburría muchísimo en las clases de química, física, matemáticas y en general con esas cosas. Era chistoso porque en lugar de estudiar me ponía a dibujar.  

¿Cuándo se hizo usted consiente de ese gusto o esa preferencia que tenía por el arte? ¿Cuándo  sintió, digamos, ese llamado?

—Luego del colegio y de una experiencia por el ejército, intenté varias veces entrar a la Universidad pero no pude pasar. De ahí vinieron algunas decepciones, porque era como si la Academia me dijera: “no, para esto no sirve”, entonces me puse a trabajar. Pero allá fue una especie de estrellón porque entré en el círculo de trabajar para comer y comer para trabajar. Ahí me planto y me digo que no quiero ese ritmo para mí y me lanzo al abismo, por decirlo de alguna manera, pues pensé: “así no esté en la academia voy a hacer algo que me haga feliz”.



Son las tres de la tarde, la locha se apodera de la cuadra, y mientras algunos perros ladran y los niños juegan con un balón improvisado, Angel ríe y dice: “qué chimba”, mientras enarca sus cejas, como tratando de recordar algo muy lejano. Pero el recuerdo parece esfumarse. Yo continúo con mis preguntas.

Pero eso fue una decisión muy reciente, hasta donde sé…

-¡Sí, sólo tres meses! Y de ese tiempo ya llevo un mes con ustedes, con ArtoArte. Pero aunque sea reciente siento que ha sido todo una bacanería. Para mí fue difícil porque vivir arrastrado es duro, o uno cree que es duro, pero desde ya hace un buen tiempo yo sentía un interés por eso, por el desapego a las cosas y por confrontar lo que pienso y lo que hago. Despegarme de la obligación por trabajar, no sé, en una oficina, por tener cosas y por seguir lo que decía mi familia y la sociedad ha sido, a pesar de todo, mejor de lo que yo me lo había imaginado.  

Trabajando con extensor en el barrio San Rafael. 
A medida que el sol toma lugar, en una loma que está acostumbrada a temperaturas que hielan los huesos, Ángel agrega que piensa en el futuro “bastante, aunque intento no botarle tanta energía a eso”. Por mi parte recuerdo las estadísticas, esas estadísticas que solo pueden especular diciendo que en Colombia muy pocos jóvenes acceden a la Educación Superior y que el caso de este joven es un caso atípico, porque la mayoría de los bachilleres salen en búsqueda de sueños prefabricados y cumpliendo lo que otros les dicen que deben cumplir. “Ahora lo que quiero es buscar los medios para el crecimiento personal y artístico, artesanal tal vez, bueno, no sé cómo llamarlo. Creo que si se siguen dando cosas con ArtoArte pues ¡severo!”

ARTOARTE Y LA CALLE

¿Qué es ArtoArte y Cuadras Armónicas para usted?

—Bueno, lo primero sería decir que yo conocí a este grupo porque tenía un conocido que me contactó con Jesús. A través de él yo me enteré de una pintada, y yo me imaginaba eso: una pintada y luego para la casa. Pero al llegar me di cuenta que esto tenía un concepto más grande, que no se trataba de pintar por pintar. Yo ya había pintado antes en murales, pero acá me percaté de otras cosas que hacen que un proceso sea mucho más enriquecedor. Este proyecto de Cuadras Armónicas, por ejemplo, me hace recordar todo lo que vivimos en la calle y que nos hace crecer.

¿Las calles, el vecindario, el barrio…?

— ¡Exacto! Eso es una de las cosas que me gustan mucho de estar acá. Constantemente estamos reflexionando sobre el significado de las calles de nuestros barrios, del vecindario y de la comunidad que le da vida. Por medio de este proyecto estamos dándole como un nuevo aire a los espacios que sea han perdido.

Noto que ya empieza a usar la primera persona del plural: habla de un nosotros, de algo que se construye colectivamente. Justo cuando está hablando un recuerdo fugaz se le cruza por la cabeza:

— ¡Ah! ¡Ya me acordé lo que quería decir hace poquito! Es que vi esos niños y…bueno, es que cuando yo era niño siempre me ponía a jugar en la calle . Así como están esos pelaos ahorita.

Levanta un dedo y señala a unos niños que corretean tras una pelota, apenas inflada, y que gritan desordenadamente.

—Así era yo. Me acuerdo del trompo, de las piquis, del yermis. Todo eso se daba en mi barrio cuando yo era pequeño. Ahora lo veo y entiendo que la cuadra es el lugar más próximo donde nos encontrábamos con el otro. Pero es triste ver que ahora eso se está perdiendo. Por eso me gustan tanto estos barrios y el sentido de este proyecto: acá la gente aún se encuentra con el vecino y le dice: “bueeeeenas compadre” o cuando se entra a una tienda y llaman por el nombre del dueño: “Buenas Don Alcides ¿tiene salchichón?”.


¡A echar balineras por la cuadra!


—Y el pan con Pony Malta, luego del picaíto de micro -interrumpo yo sin aguantarme las ganas-. Las risas salen espontáneas. No es más que la prueba de que el recuerdo sigue vivo.

— ¡Claro! Así era. Los juegos se hacían en comunidad y con las cosas que nos daba la calle: piedras, tarros, palos. Incluso, también jugué mucho tazos y cartas con muñecos, pero para eso necesitaba amigos, y esos amigos estaba en la calle.

LA ARMONÍA

Este proyecto se llama Cuadras Armónicas ¿Dónde o cómo entiende usted la palabra “armonía”?

—Bueno, para mí la armonía está muy relacionada con lo que he hablado. Yo creo que es un concepto que cobra vida en la calle y se consolida con las personas porque la armonía se basa en la gente, más que en lo visual. De ahí nació lo que se llamó Cuadras Armónicas, un proyecto que busca armonizar no sólo un espacio sino las relaciones con la gente. Y yo veo que eso se va logrando poco a poco. Uno ve que las personas pasan y dicen: “qué bonito como está quedando todo” o “cuándo van a hacer algo en mi cuadra”.

Ya para finalizar ¿Cómo relaciona las intervenciones que ha hecho hasta ahora con esta concepción de armonía?

—A mí me gusta trabajar mucho lo que tiene que ver con la naturaleza. Ahora que tengo más conocimientos de la fauna y la flora de este territorio gracias a ArtoArte he podido enfocarme con más ganas en ese tema. Pero lo de menos es decir que yo lo pinté. No voy a decir que no es un orgullo, pero lo más bacano es saber que la gente de Bogotá, que está tan acostumbrada al cemento y a los colores grises, se encuentre o recuerde a un animal que haga volar su imaginación. Saber que se le puede dar color a una pared y además generar una perspectiva nueva en las personas es algo rebacano, algo que lo hace sentir bien a uno. Yo creo que este trabajo me permite generar ideas en la gente, fomentar conciencia, tocarlos de algún modo.

El señor rodillo.
LA HORA DEL TINTO

Ya se aproxima la hora de tomar tinto y de seguir trabajando. Todos andan con overol, disfrutando la pintura, las calles onduladas, los perros que olisquean por aquí y por allá, la música a alto volumen. Se arrima el frío poco a poco, que ya es como un vecino más en estas tierras. Ángel sueña con viajar, con estudiar y con seguir pintando. Pienso que lo logrará, la tranquilidad con que asume los retos parece ser su seguro.

     Yo creo que podemos ir dejando así, compadre o ¿quiere decir algo más?–digo yo para finalizar-.
     Listo, severo viejo Fabio. Sólo que estoy muy agradecido con todos por aceptarme y que Jesús habla solo por las noches y ronca que da miedo.

Con el toque de familiaridad con el que finaliza confirmo mi sospecha: Ángel Serrano llegó para quedarse, al menos por un buen tiempo. 

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