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22 julio 2015

Una villa entre nubes

En el año de 2008, y para conmemorar los 50 años de la creación de las Juntas de Acción Comunal, el Instituto para la Participación y Acción Comunal (IDPAC) organizó un concurso literario denominado "Crónicas de mi Junta". En este blog difundiremos algunas de las crónicas, particularmente aquellas que tengan una estrecha relación con nuestro territorio


Una villa entre nubes. 
Crónica sobre el barrio Villa del Cerro. 

¿Quién no sueña con un apartamento en donde se escuche el cantar de las aves, el correr de una quebrada y se divise un espeso bosque de eucaliptos? Sin embargo, ¿aguantaría tener que caminar largas cuadras para alcanzar el transporte o, en el peor de los casos, utilizar varios medios de transporte para llegar al hogar? Estas son las dos caras de la moneda de los habitantes circundantes a Entrenubes, más cerca del ambiente, pero más lejos de la civilización. 


Portada del libro "Crónicas de mi Junta".

En el año de 1985, por cosas del destino, me encontré un compañero con el cual hablábamos una conversación referente a una construcción de apartamentos, que se estaba llevando a cabo en el Sur Oriente de Bogotá. 

Esta charla fue tan motivante que decidí comprobar qué era lo que había cautivado la atención de mi amigo. Al llegar a este sitio observé una zona verde, que parecía una urbanización campestre, rodeada de cultivos de cebolla, arveja, maíz, zanahoria, papa y hortalizas; además había una piedra enorme que me impresionó porque desde allí se podía divisar un hermoso paisaje. 

Un ruido invadía el silencio. Me pregunté ¿Qué era? Era el agua que bajaba por una quebrada llamada La Chiguaza. Luego de ver toda esta maravilla visité el apartamento modelo y me gustó tanto su amplitud y lo acogedor de los espacios interiores que decidí hacer parte de semejante paisaje. 

Pero en medio de tanta belleza, al llegar a vivir a este sitio, oh sorpresa, las rutas de transporte público llegaban sólo a barrios cercanos, las caminatas matutinas y nocturnas eran obligatorias para los pocos habitantes al ir y volver del trabajo. A esto se sumaba que las vías de acceso se encontraban sin pavimentar y por ello era frecuente ver en los días de lluvia la creatividad de la gente, como por ejemplo, cargar un par de zapatos adicionales, los cuales se intercambiaban por los embarrados. 


Villa del Cerro desde Google Earth.


Así nació Villa del Cerro, pequeña urbanización de apartamentos que en la década de los 80 llegó a ser la oferta de vivienda más atractiva del Sur Oriente de Bogotá construida en ese período. Muchos compramos aquí y muchos también marchamos a un sitio más central. Sin embargo, ha sido difícil cambiar el espacio porque a pesar de ser pequeño, comparado con la vieja casa materna de amplios espacios de corredores y jardines, brinda una incomparable zona verde por una proximidad al parque Entrenubes, hoy declarado Reserva Natural. 


Parque Entrenubes.


El transporte por ese tiempo era una odisea, ya que los colectivos salían de la calle 17 con carrera 12, en el centro de Bogotá, y para abordarlos se debían hacer unas filas de nunca acabar. Cuando, por fin, lográbamos tomar el colectivo este sólo nos llevaba hasta el barrio La Victoria, y de allí teníamos que realizar las arduas caminatas para llegar a nuestro apartamento. 

Por fortuna una empresa de transporte respondió a las solicitudes de los habitantes de la urbanización y se aventuró a llegar hasta nuestros hogares, la misma que desde entonces nos acompaña: la Unión Colombiana de Buses (Ucolbus). Con dos rutas y algunos buses se alivió la dura situación para nuestro desplazamiento. Por entonces ya estaban construidos los 850 apartamentos. Apartamentos construidos por la Organización Luis Carlos Sarmiento en el año 1990.

Y fue precisamente un bus en donde conocí a muchos de mis vecinos. De repente el trayecto se hizo más corto y agradable, y sin lugar a dudas allí se tejieron y se siguen tejiendo respuestas a los problemas más comunes. En el proceso de conformación del barrio también se fueron formando pandillas, tanto en este barrio como en los circundantes. Unos buenos y otros malos. Da igual, ya que  por desgracia masacraron a tres jóvenes residentes de nuestra urbanización junto a la famosa "Piedra del Amor". Años más tarde asesinaron a un vecino en su propio negocio, únicamente por robarle una botella de aguardiente.

Fue una época trágica, ya que sumado a lo anterior, cierta tarde del año 94, una enorme nube cubrió de oscuridad el firmamento, seguido de vientos que ocasionaron el desprendimiento de árboles, postes de alumbrado público, tejas, ruptura de vidrios, daños a vehículos y dejando varios víctimas. 

Con respecto al servicio y suministro de aguas, para los primeros habitantes significó un verdadero calvario. El suministro lo hacían carrotanques y quienes los vivieron aseguran que con frecuencia llegaban tanques a altas horas de la noche, sin importar que los habitantes estuvieran cobijados. Así, con pantuflas y empijamados, saltaban de la cama con un balde en la mano paro recoger el preciado líquido. 

Esto provocó enfrentamientos y riñas entre los vecinos, que presurosos querían volver a dormir. Así se hizo el suministro hasta culminar toda la construcción. Sin embargo, para los niños fue una experiencia inolvidable, ya que mientras las madres esperaban su turno, ellos correteaban por el lugar. Los residuos de construcción servían como escudos y trincheras de escondite a las horas de juego. 

Nos impusieron toque de queda. En la noche después de las 9 p.m. no entraba ni salía transporte de la urbanización, ni siquiera los taxis se le medían a prestar servicio, argumentando problemas de inseguridad y el desgaste del automóvil. Si el pasajero acordaba un valor superior al marcado por el taxímetro, la carrera se hacía. 

Para cuando se creó la Junta de Acción Comunal en el año 1988, aún no teníamos salón comunal. La iniciativa fue de Enrique Casas, quien convocó a tres de los propietarios más antiguos de la urbanización. Las reuniones se realizaban al calor de un café en el apartamento de alguno de los integrantes de la directiva, y las asambleas, al aire libre en el parque. 


Mural elaborado por el Colectivo en el barrio Villa del Cerro. 

Gustavo Moreno, presidente de la Junta durante dos períodos, abanderó la consecución del salón comunal donde hoy se desarrollan diferentes actividades, talleres de teatro, aeróbicos, danzas, cursos de capacitación, deportes y eventos sociales.  

A través del tiempo se ha mejorado la cancha deportiva y el parque; se construyó un camino peatonal producto del trabajo comunitario y de la participación en el programa Obras con Saldo Pedagógico del Instituto Distrital de la Participación y Acción Comunal (IDPAC). 

Cuando las calles se inundaron de basuras durante la crisis de las empresas públicas de aseo, con los recursos provenientes de los parqueaderos, construimos tres cuartos para su depósito. 

En estos veinte años de convivencia han surgido innumerables historias y anécdotas que recuerdan a los viejos del barrio. Una de ellas fue el primer negocio de la urbanización, de propiedad de David Clavijo, el cual contaba con un enorme aviso en la fachada del edificio que decía: "Distribuidora Villa del Cerro", que paradójicamente en sus estantes sólo contaba con una libra de arroz, una panela, un frasco pequeño de aceite, unas cuantas pechugas de pollo y una libra del alverja. Cada vez que vendía una de estas unidades se desplazaba apresurado al supermercado 'El Rubí', ubicado a diez cuadras de la urbanización, con el fin de mantener el inventario de su distribuidora. 

Otra anécdota sonaba entre los viejos, es el caso de una de las habitantes, que aprovechando el espacio del parqueadero público quiso aprender a conducir su tan preciado Renault 6, y confundiendo el acelerador con el freno salió precipitadamente, cayendo al terreno del cebollal. Para sacar el vehículo tuvo que recurrir a una pila de aproximadamente ocho vecinos, acompañados de risas y buscando un diente que se le cayó a la muchacha luego del golpe. 

Es evidente que nuestra urbanización no ha sido ajena a los cambios. Con gran ilusión vimos cómo se instalaron dos majestuosas antenas parabólicas, pero la dicha no fue por mucho tiempo. Cierto día ni siquiera los canales nacionales funcionaron y al indagar con los vecinos nos dimos cuenta que las antenas habían desaparecido. 

A pesar de las adversidades, nuestra urbanización se mantiene adelante en los cambios tecnológicos que el mundo actual brinda, tales como los videojuegos, telefonía celular, internet...

Dentro de estos adelantos el pavimento como solución es muy eficaz para la movilidad del transporte público, pero añoro el paisaje de árboles y caminos veredales. Siempre pensé que hemos debido buscar una solución que al tiempo brindara condiciones para el transporte y respetara la belleza paisajística y natural, el verde no se trata de zonas muy bien podadas, que desde luego ayudan bastante, se trata de proponer una relación más adecuada con el entorno que nos brinda espacios para desarrollar nuestras vidas. 

La eterna contradicción "perder es ganar un poco" aflora nuevamente. En el trabajo por el logro del bienestar en unos aspectos casi siempre perdemos otros, como lo manifestaba uno de los vecinos en una de las entrevistas realizada para la redacción de esta crónica. "Desaparecieron de nuestras calles los niños y niñas con sus bicicletas, dando paso al tráfico automotor, la vida nos da, pero también nos quita". 

Autores: 

Claudia Castro Rodríguez
Elivira Muñoz Castillo
Enrique Alfonso Casas Correa
Frank Dey Marin Trujillo
Manuel Ignacio Socha Niño
Ramón Orlando Bohorquez G.


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