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14 diciembre 2015

Los árboles en la literatura II


BOGOTÁ MÍA

De súbito mirando por la ventana de un hotel
me cala tu amor, Bogotá mía:
con el atardecer rojo en la vidriera de un inmenso edificio,
con tu sol rojo de las cinco y media sobre las parejas del parque,
lejano, de visitante, de huésped,
me sé tuyo, Bogotá mía, azul y gris y roja.

Bogotá mía con los buses más hediondos del mundo,
ciudad de burócratas salvada por los urapanes. 

Darío Jaramillo Agudelo
Del libro Bogotá Mía. Navegante Editores, Bogotá, 1999. 

*
Sobre un árbol tradicional de la Universidad de los Andes

...él
el desdoblado en su doble altura
doble cuerpo
alma solamente recta alzada
y no obstante dividida...


Acuarela de Felipe Correa. Eucalipto de la
Universidad de los Andes.


Margara Russotto. 

*
PEQUEÑA ELEGÍA


Ya para qué seguir siendo árbol
si el verano de dos años
me arrancó las hojas y las flores

Ya para qué seguir siendo árbol
si el viento no canta en mi follaje
si mis pájaros migraron a otros lugares

Ya para qué seguir siendo árbol
sin habitantes
a no ser esos ahorcados que penden
de mis ramas
como frutas podridas en otoño. 

Raúl Gómez Jattin


*


Antes de derribarlo valorad al loco
Su indiscutible propensión a la poesía
Su árbol que le crece por la boca
con raíces enredadas en el cielo.

Raúl Gómez Jattin. 


*

Aquí viene el árbol, el árbol
nutrido por muertos desnudos,
muertos azotados y heridos,
muertos de rostros imposibles,
empalados sobre una lanza,
desmenuzados en la hoguera,
decapitados por el hacha,
descuartizados a caballo,
crucificados en la iglesia.

Aquí viene el árbol, el árbol
cuyas raíces están vivas...

Pablo Neruda

*

Al almo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejercito de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero, 
con su hacha el leñador, y el carpintero 
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracias de tu rama verdecida.

Mi corazón espera
también hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera. 

Antonio Machado. 

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