Dos fines de semana de arduo trabajo que dan recompensas. Llueve, hace sol, nos acompañan las vacas, los perros y uno que otro vecino de vez en cuando. Subimos al andamio, tenemos algo de temor, pero reímos una vez arriba. La luna nos acompaña cuando se hace tarde. Hacemos vaca y reunimos entre todos para el almuerzo. Se empiezan a vislumbrar los bocetos ya en las paredes: un tigrillo, la mirada firme de un tigre ¿o un jaguar? dos colibríes juguetones, una señora hilando, una mujer con un instrumento de viento. Hay un hueco en la pared y desubrimos que es el nido de unos gorriones, justo en la pared donde estarán pintados los colibríes en todo su esplendor. Acá unos están llenos de pintura, allá otros intentan colocar una mandala. Todos vuelven a reír. Empezamos a las 9 de la mañana, casi sentimos que pasan 10 minutos y ya son las 5 de la tarde. Nos divertimos como niños.
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