Slider

r'>

30 octubre 2014

Tarde de disfraces, dulces y colores.

El viernes 31 de Octubre desde las 3pm tendremos una serie de actividades para que se vayan programando. Aprovechando los días de sol y los dulces del "triqui-triqui" queremos invitarlos a:





No esperen nada de esquemas y reglas. ¡Que el juego y la libertad de la informalidad os haga libres!

¿Cómo llegar?

Para llegar al barrio San Rafael puedes:

  1. Llegar al Portal de Transmilenio del 20 de Julio.  
  2. Tomar el alimentador "Libertadores" y bajarse en la última parada o el alimentador "Tihuaque" y bajarse en la primera parada. 
  3. Ubicarse en el "Puente de Libertadores (puedes preguntarle a cualquier vecino y ellos te darán razón fácilmente). 
  4. Esperar a que uno de nuestros emisarios te ubique y te guie. 
Para más información, puedes comunicarto con: 


Jesús David Suárez "El negro": 3204580801
Fabio Ramirez "El Pisco": 3124110550

24 octubre 2014

Todo el mundo tiene derecho al Arte

Aquella tarde estuve trabajando en el proyecto CUADRAS ARMONICAS. Poco después recibí la agradable visita de mi novia, a quien le mostré cómo iba el proyecto. Caminábamos mientras le mostraba las obras que se habían hecho. Yo notaba que ella las disfrutaba y revelaba mucha curiosidad. De repente me preguntó:

¿Por qué hacer esto en un lugar tan apartado donde casi nadie lo ve? Tendría más atracción en un lugar más visible, en una avenida principal o algo por el estilo.

Casi sin pensarlo yo respondí:

…es que la gente de esta zona también tiene derecho al arte

Tiempo después me puse a reflexionar más sobre algo que yo pensaba era simplemente una cuestión anecdótica. Esta es la reflexión que quiero compartir con los millones de lectores y seguidores de ArtoArte. En primer lugar creo que los integrantes y colaboradores de ArtoArte no somos artistas de élite. Es cierto que hay compañeros con amplios conocimientos y reconocimiento destacado y también que cada uno de nosotros tiene aspiraciones de seguir creciendo. Sin embargo nunca olvidamos nuestras raíces ni el lugar de dónde venimos. Sabemos que venimos de familias humildes, que habitamos barrios donde hay decenas de perros callejeros y donde el camión de la basura es esperado con la inminencia de un premio postergado. A veces estas cosas me recuerdan ese diálogo de la película de Rodrigo Triana Como el Gato y el Ratón: “Usted bien lo dijo doctora, esto es tierra de nadie”.

Doña María Grafitea la casa de su perrita "Lassie".

Pero yo creo que sí es tierra de alguien. Es de todos. Es tierra de los niños que llegan embarrados de jugar en los colegios públicos, del señor que vende cebolla con su burro, de la doña y del don.

Aquí, en esta nublada montaña que muchas veces la polución no deja vislumbrar desde el centro de la ciudad, vive gente que al igual que cualquier persona tiene derechos: derecho a la vida, a la alimentación, a una vivienda digna y, por qué no, al arte. Es gente que tiene derecho a palpar el regocijo de la expresión humana y que por X o Y razón nunca fueron a una galería o un museo. Quizá ahora el arte deba llegar a sus vidas haciendo de su espacio un lugar más agradable, quizá esto pueda convertirse en patrimonio local algún día, en fin, quizá esto redunde en un mayor autorespeto.


Creo que los tiempos cambian y el arte ya no hace parte de un selecto grupo de gente adinerada que despilfarra dinero en clichés, ahora es el arma que cualquier persona con creatividad y esfuerzo tiene en su poder para expresarse, luchar y enfrentarse. ¿Enfrentase a quién o a qué? No lo sé, pero sí sé que cada persona lleva su lucha particular en sus espaldas y que el arte nos brinda las armas para enfrentarnos a nuestras luchas personales.               

10 octubre 2014

¿A qué sabe tu barrio?

¿A QUÉ SABE MI BARRIO?

A partir de las 5:30 de la tarde, en la Localidad Cuarta de San Cristóbal, barrio Libertadores, se conocieron algunos de los más ilustres comensales de los que se haya tenido noticia. Fue en la sede de la organización Siglo XXI donde, por un día, nadie habló sin antes haberle dado contentillo a su estómago y a su paladar. Esta es la historia de cómo un 26 de Julio de 2014 la comida fue la protagonista de nuestros recuerdos.

EN EL PRINCIPIO FUE EL OLOR.

O ese dijeron quienes asistieron. Cuando los primeros invitados llegaron a la sede de Siglo XXI, se encontraron con un extraño remanso de paz. Extraño porque en Siglo XXI suele haber ruidos, pequeños ajetreos, cuchicheos de toda naturaleza y el constante hervir del tinto para los que llegan. Pero pocas veces se ve que la alteración de los sentidos empiece por la nariz.

   Esto parece un restaurante, de esos de los finos — murmuró una de las primeras señoras que llegó, al encontrarse con las mesas ordenadas alrededor de una vela, música relajante y con unos manteles pulcros y sin arrugas.
   Sí, juemadre y huele bien rico ¿no?— completó la otra, quien se fue ubicando con presteza en una de las mesas.

Cuando las demás personas llegan y las mesas empiezan a ocuparse, el joven menudo que lleva el delantal blanco y que lo identifica como el cocinero, se para justo donde todos lo puedan ver, toma la vocería y dice:

Sigan, sigan, ya casi comenzamos con el taller. Siéntanse cómodos y disfruten de la música mientras se da inicio.

Es Fredy Triana Vargas. O “Mechis”, como lo llaman sus amigos. Es él -cocinero de profesión- quien lidera el primero de los talleres que organiza el Observatorio de Juventud de la Localidad Cuarta de San Cristóbal. “El Observatorio nació con el fin de diagnosticar, motivar y registrar los movimientos culturales que se dan en el territorio”, me contaría días antes Nini Carolina Moreno, integrante de COPRES, uno de los colectivos que compone esta iniciativa. Aparte de COPRES, el Observatorio está integrado por los Colectivos ArtoArteCinetransforma y La Máquina de Hacer Pájaros, todos dedicados a diferentes expresiones del arte y la cultura y unidos en el objetivo común de conocer mejor la localidad de San Cristóbal.

PRIMER MOMENTO.
EL GUSTO Y EL TERRITORIO

Para este primer taller queremos que, por medio de la comida, reflexionemos sobre el sentido del gusto y de cómo él nos trae recuerdos asociados a nuestros barrios. Continúa Mechis con un dejo de confianza, que denota la experticia en su tema. Luego, se me acerca a mí, y a Julieth, una amiga que nos acompaña en esta jornada y nos dice:

Mechis y Julieth a la orden. 

Vengan, ayúdenme a poner los platos, mientras sigo diciendo unas cositas acá—.
Mientras acatamos las indicaciones, él prosigue:

¿Y para qué hacemos esto? Se dirán ustedes. Y pues la respuesta que damos como Observatorio viene sazonada con otra pregunta: ¿cómo siente nuestro territorio? Y resulta que nosotros creemos que el territorio, nuestro entorno, por el que caminamos a diario, se desenvuelve como si fuera un cuerpo humano y ese cuerpo se expresa o se percibe mediante los sentidos: el gusto, el oído, el tacto, la visión y el olfato.

En ese momento tomó la palabra Jesús David Suárez “El negro” quien, al igual que Mechis, hace parte del Colectivo ArtoArte, la agrupación que lidera este primer taller:

Sí, además yo quisiera agregar que este taller es la oportunidad para recordar cosas, para hacer memoria a través de la comida. Al estar acá podremos saber de sus experiencias y saberes alrededor de la comida. Por ejemplo, de cuáles son los sabores más característicos de nuestro territorio, qué alimentos son los más famosos de nuestros barrios y qué cosas son las que se les viene a la cabeza cuando prueban la comida.

Mientras el Negro dice estas cosas y mientras yo llevo platos y vigilo que la música no desentone, el olor de una mazamorra en el aire empieza a aromatizar el ambiente. La gente principia a reír y a sentir la ansiedad del primer bocado. 

SEGUNDO MOMENTO.
EL ENTREMÉS

La ansiedad del plato fuerte da espera. Debe dar espera, pues el primero en la fila son las entradas. Un pan francés con pesto criollo (maní, cilantro, limón, aceite, sal y pimienta) y tocineta componen el primer manjar.

Póngale cuidado –me comenta Mechis con cierto aire sarcástico – el sabor del pesto es ácido por el limón, pero lo suaviza la tocineta, lo que va a causar un poco de repelencia al principio, pero de agrado al final. Yo, como buen conejillo de Indias, ya me estaba dando cuenta de todo lo que decía, y mis gestos agridulces ya me delataban.

Bueno, entonces a mí sí me gustaría escuchar qué les produce o les recuerda este primer bocado. Dice el Negro mientras también hace caras.

A mí el sabor ácido me hizo recordar al gobierno por el descuido y la incapacidad para resolver los problemas de la población—. Dijo la señora Martha Escobar, coordinadora de la Fundación para la Reconciliación, que también tiene su sede en Siglo XXI.

Y por ejemplo, también de algunos vecinos que lo único que hacen es joderle la vida a uno. Dijo otro de los asistentes, lo que desencadenó una carcajada de aprobación en las demás mesas. 


El ajetreo.

MOMENTO NÚMERO TRES.
LOS ESTÓMAGOS SE HINCHAN. Y LOS CORAZONES TAMBIÉN.

El estómago de los comensales tuvo que hacer espacio. No había más remedio, era eso o perderse el pollo enchichado que consistía de una tajada de pan francés con reducción de chicha, acompañado de pollo a la parrilla. Luego de la degustación y de las caras de aprobación o de censura, el autor intelectual de esta obra nos explicó:

Seguramente sintieron un sabor dulce y alcohólico. Esto se debe a la chicha y la panela, mientras que el pollo dorado les dio la sensación salada. Esa es una mezcla que si bien a mucha gente le puede gustar, también puede generar sensaciones encontradas. ¿Ustedes qué opinan?
Los asistentes no se refirieron a lugares específicos del territorio, pero sí insinuaron cómo el pollo enchinchado los transportaba a episodios de la infancia, “como cuando se hacía maíz pira con panela hasta volverse turrón o panelita” y “que comprábamos en las tiendas del barrio, acá en San Rafael, cuando éramos pequeñas”, al decir de unas muchachas que hablaron en voz alta.

MOMENTO NÚMERO CUATRO.
LAS FRUTAS DE MIS ABUELOS.

Cuando éramos niños el territorio era mucho más rural y por eso mientras uno jugaba se encontraba con diversos árboles y plantas con muchos frutos. Yo recuerdo por ejemplo cuando iba corriendo por los potreros, -¡porque esto antes era todo potrero!- que me encontraba con morones, peras, ciruelas y también con las uchuvas.

Sí, y uno tomaba la leche de los vecinos que ordeñaban las vacas. A ellos se les conocía fácil porque vivían cerquitica de uno y casi no se hablaba de clientes sino del vecino, del compadre o la comadre.

Es la conversación de dos vecinas, luego de probar el último entremés: una entrada de manzana de agua y queso campesino criollo con pan francés. Ya a estas alturas me empezaba a preguntar cómo nuestro estómago seguía haciendo espacio. Parecía que la curiosidad, antes que el hambre, era el móvil de todos los presentes, pues nadie quería perderse cada nuevo plato que se compartía. 


Un famoso comensal llamado Andrés Ayala Herrera, alias "Pollo".

MOMENTO NÚMERO CINCO.
¡AHORA SÍ, A COMER EN FORMA!

En el ambiente las risas empezaban a salir espontáneas, el tono de la voz iba en aumento, los cachetes se coloreaban, y en cada mesa los asistentes discutían mientras se chupaban los dedos ¿Cabría más comida? Pues no había de otra, tocaba hacer espacio, pues llegaba el plato principal.

En este momento nos metemos de  lleno con la memoria gastronómica de todos nosotros. Este es  un plato autóctono de la región y se llama mazamorra chiquita. Este plato es propio de la región cundiboyacence, y como ustedes saben y a veces dicen, la sopita y la papita es de acá—, dice Mechis, mientras va de lado a lado ayudando a servir. 

Ya la gente toma la palabra sin necesidad de exhortarlos:

Esta es una imagen clara de que la naturaleza y el campo están arraigados en nuestro territorio, pues este es un plato típico de nosotros. La mazamorra es la que nos proporcionaba energía para el trabajo y los ingredientes se podían conseguir en el vecindario. Las palabras son de Javier Merchán, líder comunitario, que habla con serenidad de los tiempos en que era un niño mientras saborea la sopa.
La mazamorra chiquita y su autor intelectual Fredy Traiana, alias "Mechis".

Por fin parece que la gente empieza a llenarse. Algunos consienten sus barrigas y otros estiran los brazos. Aunque hay alguno que otro que sin repite sin pudor.  

MOMENTO NÚMERO SEIS.
DESPEDIDA. BARRIGA LLENA CORAZÓN CONTENTO

A poco tiempo de dar las 8 de la noche, se escuchan las despedidas de los asistentes:

Chaoooo, muchas gracias por todo-.

Bueno pues muchachos, indio comido, indio ido

¿Cuándo es la próxima, mijo?

Cada uno de los organizadores intenta sortear las preguntas. Y en el desorden la informalidad toma control. Los chistes malos, las risas socarronas y el matoneo sutil constituyen la evidencia de una familiaridad ya vieja. Por eso es fácil ver que lo que une a estos muchachos, más allá de compromisos institucionales, son sus lazos afectivos.

Y mientras se ponen en sus sitios las sillas y suenan las despedidas al unísono, las preguntas se apretujan en mi cabeza. Pienso que si hay unos sabores y olores que le hacen bien a mi cuerpo ¿qué sabores y qué olores le hacen daño a mi territorio, o mejor, a mi propio cuerpo? Pienso en ese plato de sopa. En esa mazamorra chiquita. Un alimento que se convirtió en la excusa perfecta para encontrarse con el otro y recordar lo que somos: un territorio mestizo, rico en sabores, olores y colores. Es cierto que el “territorio” -término tan manoseado por los políticos de turno- sigue siendo algo gaseoso, más si se agarra con las pinzas de la academia, pero al saborear estos alimentos recordé que no es necesario darle tantas vueltas al asunto, y que con el simple hecho de probar un plato de sopa estamos honrando el nombre de nuestro padres y abuelos y el nombre de nuestro terruño, casi siempre sin darnos cuenta. Pienso entonces que para darle vida a eso que llamamos territorio sólo hace falta darle rienda suelta a nuestros sentidos, que no es otra cosa que darle rienda suelta a nuestra propia libertad. 

02 octubre 2014

Las calles y los juegos. Entrevista a Ángel Serrano II parte.

Ángel Serrano llegó para quedarse. Vino hace un tiempo motivado para dejar su impronta en el mural quese hizo en la Quebrada Morales, entre los barrios Libertadores y Canadá, en la localidad San Cristóbal. Así como en Usme -su localidad de procedencia- en los barrios de la parte alta de San Cristóbal dice sentirse cobijado por los Cerros Orientales y por ese aire a terruño que décadas de urbanización y smog no han podido corromper. Cuando intervino su mural, hizo su trabajo, se divirtió y se marchó. Ninguno esperaba que volviera, al menos no tan pronto. Pero sus visitas –que no eran otra cosa que su curiosidad y sus ganas de aprender- se hicieron recurrentes, y de recurrentes pasaron a ser diarias, al punto de que hoy es extraño no verlo con los demás compañeros de equipo. Quizá por eso se le ve contento y quizá por eso también habla con propiedad cuando se le pregunta por el Colectivo Artorte y por el proyecto Cuadras Armónicas, que ya lo siente como suyo. Sereno, de risa fácil y siempre dispuesto a aprender, así es este joven de 21 años.

EL ARTE

Fabio Ramirez: ¿Cuándo empezó su interés por el arte?

Ángel Serrano: En principio no sabía si era arte o no, sólo sé que empecé a desarrollar un gusto desde muy temprano por el dibujo. Y eso lo recuerdo muy bien porque cuando estaba en el colegio -sexto, más o menos- me aburría muchísimo en las clases de química, física, matemáticas y en general con esas cosas. Era chistoso porque en lugar de estudiar me ponía a dibujar.  

¿Cuándo se hizo usted consiente de ese gusto o esa preferencia que tenía por el arte? ¿Cuándo  sintió, digamos, ese llamado?

—Luego del colegio y de una experiencia por el ejército, intenté varias veces entrar a la Universidad pero no pude pasar. De ahí vinieron algunas decepciones, porque era como si la Academia me dijera: “no, para esto no sirve”, entonces me puse a trabajar. Pero allá fue una especie de estrellón porque entré en el círculo de trabajar para comer y comer para trabajar. Ahí me planto y me digo que no quiero ese ritmo para mí y me lanzo al abismo, por decirlo de alguna manera, pues pensé: “así no esté en la academia voy a hacer algo que me haga feliz”.



Son las tres de la tarde, la locha se apodera de la cuadra, y mientras algunos perros ladran y los niños juegan con un balón improvisado, Angel ríe y dice: “qué chimba”, mientras enarca sus cejas, como tratando de recordar algo muy lejano. Pero el recuerdo parece esfumarse. Yo continúo con mis preguntas.

Pero eso fue una decisión muy reciente, hasta donde sé…

-¡Sí, sólo tres meses! Y de ese tiempo ya llevo un mes con ustedes, con ArtoArte. Pero aunque sea reciente siento que ha sido todo una bacanería. Para mí fue difícil porque vivir arrastrado es duro, o uno cree que es duro, pero desde ya hace un buen tiempo yo sentía un interés por eso, por el desapego a las cosas y por confrontar lo que pienso y lo que hago. Despegarme de la obligación por trabajar, no sé, en una oficina, por tener cosas y por seguir lo que decía mi familia y la sociedad ha sido, a pesar de todo, mejor de lo que yo me lo había imaginado.  

Trabajando con extensor en el barrio San Rafael. 
A medida que el sol toma lugar, en una loma que está acostumbrada a temperaturas que hielan los huesos, Ángel agrega que piensa en el futuro “bastante, aunque intento no botarle tanta energía a eso”. Por mi parte recuerdo las estadísticas, esas estadísticas que solo pueden especular diciendo que en Colombia muy pocos jóvenes acceden a la Educación Superior y que el caso de este joven es un caso atípico, porque la mayoría de los bachilleres salen en búsqueda de sueños prefabricados y cumpliendo lo que otros les dicen que deben cumplir. “Ahora lo que quiero es buscar los medios para el crecimiento personal y artístico, artesanal tal vez, bueno, no sé cómo llamarlo. Creo que si se siguen dando cosas con ArtoArte pues ¡severo!”

ARTOARTE Y LA CALLE

¿Qué es ArtoArte y Cuadras Armónicas para usted?

—Bueno, lo primero sería decir que yo conocí a este grupo porque tenía un conocido que me contactó con Jesús. A través de él yo me enteré de una pintada, y yo me imaginaba eso: una pintada y luego para la casa. Pero al llegar me di cuenta que esto tenía un concepto más grande, que no se trataba de pintar por pintar. Yo ya había pintado antes en murales, pero acá me percaté de otras cosas que hacen que un proceso sea mucho más enriquecedor. Este proyecto de Cuadras Armónicas, por ejemplo, me hace recordar todo lo que vivimos en la calle y que nos hace crecer.

¿Las calles, el vecindario, el barrio…?

— ¡Exacto! Eso es una de las cosas que me gustan mucho de estar acá. Constantemente estamos reflexionando sobre el significado de las calles de nuestros barrios, del vecindario y de la comunidad que le da vida. Por medio de este proyecto estamos dándole como un nuevo aire a los espacios que sea han perdido.

Noto que ya empieza a usar la primera persona del plural: habla de un nosotros, de algo que se construye colectivamente. Justo cuando está hablando un recuerdo fugaz se le cruza por la cabeza:

— ¡Ah! ¡Ya me acordé lo que quería decir hace poquito! Es que vi esos niños y…bueno, es que cuando yo era niño siempre me ponía a jugar en la calle . Así como están esos pelaos ahorita.

Levanta un dedo y señala a unos niños que corretean tras una pelota, apenas inflada, y que gritan desordenadamente.

—Así era yo. Me acuerdo del trompo, de las piquis, del yermis. Todo eso se daba en mi barrio cuando yo era pequeño. Ahora lo veo y entiendo que la cuadra es el lugar más próximo donde nos encontrábamos con el otro. Pero es triste ver que ahora eso se está perdiendo. Por eso me gustan tanto estos barrios y el sentido de este proyecto: acá la gente aún se encuentra con el vecino y le dice: “bueeeeenas compadre” o cuando se entra a una tienda y llaman por el nombre del dueño: “Buenas Don Alcides ¿tiene salchichón?”.


¡A echar balineras por la cuadra!


—Y el pan con Pony Malta, luego del picaíto de micro -interrumpo yo sin aguantarme las ganas-. Las risas salen espontáneas. No es más que la prueba de que el recuerdo sigue vivo.

— ¡Claro! Así era. Los juegos se hacían en comunidad y con las cosas que nos daba la calle: piedras, tarros, palos. Incluso, también jugué mucho tazos y cartas con muñecos, pero para eso necesitaba amigos, y esos amigos estaba en la calle.

LA ARMONÍA

Este proyecto se llama Cuadras Armónicas ¿Dónde o cómo entiende usted la palabra “armonía”?

—Bueno, para mí la armonía está muy relacionada con lo que he hablado. Yo creo que es un concepto que cobra vida en la calle y se consolida con las personas porque la armonía se basa en la gente, más que en lo visual. De ahí nació lo que se llamó Cuadras Armónicas, un proyecto que busca armonizar no sólo un espacio sino las relaciones con la gente. Y yo veo que eso se va logrando poco a poco. Uno ve que las personas pasan y dicen: “qué bonito como está quedando todo” o “cuándo van a hacer algo en mi cuadra”.

Ya para finalizar ¿Cómo relaciona las intervenciones que ha hecho hasta ahora con esta concepción de armonía?

—A mí me gusta trabajar mucho lo que tiene que ver con la naturaleza. Ahora que tengo más conocimientos de la fauna y la flora de este territorio gracias a ArtoArte he podido enfocarme con más ganas en ese tema. Pero lo de menos es decir que yo lo pinté. No voy a decir que no es un orgullo, pero lo más bacano es saber que la gente de Bogotá, que está tan acostumbrada al cemento y a los colores grises, se encuentre o recuerde a un animal que haga volar su imaginación. Saber que se le puede dar color a una pared y además generar una perspectiva nueva en las personas es algo rebacano, algo que lo hace sentir bien a uno. Yo creo que este trabajo me permite generar ideas en la gente, fomentar conciencia, tocarlos de algún modo.

El señor rodillo.
LA HORA DEL TINTO

Ya se aproxima la hora de tomar tinto y de seguir trabajando. Todos andan con overol, disfrutando la pintura, las calles onduladas, los perros que olisquean por aquí y por allá, la música a alto volumen. Se arrima el frío poco a poco, que ya es como un vecino más en estas tierras. Ángel sueña con viajar, con estudiar y con seguir pintando. Pienso que lo logrará, la tranquilidad con que asume los retos parece ser su seguro.

     Yo creo que podemos ir dejando así, compadre o ¿quiere decir algo más?–digo yo para finalizar-.
     Listo, severo viejo Fabio. Sólo que estoy muy agradecido con todos por aceptarme y que Jesús habla solo por las noches y ronca que da miedo.

Con el toque de familiaridad con el que finaliza confirmo mi sospecha: Ángel Serrano llegó para quedarse, al menos por un buen tiempo. 

Imágenes y Relatos de Ciudad

El Copetón y el Diente de León En el año 2017, el colectivo Arto Arte recibió la invitación por parte de profesor y artista Oscar Moreno...