Hay excusa para rato
Desde hace un par de
días he venido pensando y reflexionando sobre aquello que hemos denominado en nuestro grupo de trabajo: “excusa”. Así nos referimos para llamar a ArtoArte.
No sé si pueda afirmar que la excusa no es más que el espacio; un espacio ambiguo donde no hay más que la amistad, ideas y las ganas de tomarse un tinto o una pola mientras se charla sobre las expectativas de si es posible o no, de cómo se va hacer y de qué hay de nuevo para gestionar. Por ahora no sé, y tampoco sabría si alguno tiene claro si esta excusa nos vaya a durar toda la vida; pero de lo que sí puedo hablar es que, por hora, seguimos aquí, como dice el adagio popular: “en pie de lucha”. Soñando, creando y gozándonos el hacer, mientras esperamos que pase algo.
No sé si pueda afirmar que la excusa no es más que el espacio; un espacio ambiguo donde no hay más que la amistad, ideas y las ganas de tomarse un tinto o una pola mientras se charla sobre las expectativas de si es posible o no, de cómo se va hacer y de qué hay de nuevo para gestionar. Por ahora no sé, y tampoco sabría si alguno tiene claro si esta excusa nos vaya a durar toda la vida; pero de lo que sí puedo hablar es que, por hora, seguimos aquí, como dice el adagio popular: “en pie de lucha”. Soñando, creando y gozándonos el hacer, mientras esperamos que pase algo.
Lo que sí puedo contar, es que ArtoArte no es lo que hasta algunos años fue; puedo mencionar que
en el pasado el colectivo no pasaba de dos personas. Debido a eso, no se requería más que una visita y un poco de energía para
madrugar cualquier día de la semana, ayudado con una maleta cargada de pinturas y
buscar un espacio para enriquecer, o como nosotros hemos
querido llamar: Armonizar o Intervenir.
Desde el momento en que nos encontramos en la calle no solo nos topamos con muros, sino también con personas, animales, una inmensa vegetación, calles, casas, cuadras y muchas otras cosas que hacen de estos sitios un espacio hermoso y enriquecedor. Por eso creemos o, mejor, creo que lo que hemos hecho es armonizar e intervenir en la búsqueda de generar diálogos entre todo lo que rodea estos lugares. E intuyo que eso es lo que seguimos haciendo.
Desde el momento en que nos encontramos en la calle no solo nos topamos con muros, sino también con personas, animales, una inmensa vegetación, calles, casas, cuadras y muchas otras cosas que hacen de estos sitios un espacio hermoso y enriquecedor. Por eso creemos o, mejor, creo que lo que hemos hecho es armonizar e intervenir en la búsqueda de generar diálogos entre todo lo que rodea estos lugares. E intuyo que eso es lo que seguimos haciendo.
Hoy el colectivo es
un grupo, un grupo de amigos, de compañeros que han llegado por muchas razones. Deseo mencionar aquí tres razones por las cuales considero que aún seguimos dando lora: en primer lugar, las ganas de
conocer, de aprender del otro y de poder mostrar las habilidades en las cosas que cada una sabe, ya sea en la cocina, en la escritura, en la construcción, en las artes visuales
o en las artes plásticas.
La segunda razón son las ganas de expresarnos, de salir y contar en grupo nuestras experiencias, como el hecho de haber nacido, crecido y seguir viviendo a diario en estos barrios del sur de la ciudad. Y de paso, descubrir aquello que aún no nos han contado.
La segunda razón son las ganas de expresarnos, de salir y contar en grupo nuestras experiencias, como el hecho de haber nacido, crecido y seguir viviendo a diario en estos barrios del sur de la ciudad. Y de paso, descubrir aquello que aún no nos han contado.
La tercera y última razón que considero nos mantiene unidos en Colectivo es: la amistad. Ese compañerismo que se entrelaza con las ganas de gozarnos la vida, y como nos recuerda de vez en cuando Fabio: ¡de divertirnos! O, como lo dice él en sus propias palabras, asumir “la filosofía Tomsoyeriana”, que sé, algún día nos regalará al resto del mundo.
Árbol en Juan Rey. Grupo de amigos. |
Es la amistad la que muchas veces se pone a prueba, la que se aguanta la terquedad, torpeza, pereza y la que, en algunas ocasiones, se pone contra la espada y la pared. Es la amistad la que soporta extensas jornadas de trabajo, la que nos escampa del frío y las lluvias; la que se aguanta las largas tardes de diálogos y negociaciones para sacar adelante los proyectos e iniciativas del grupo. Es ella misma la que, en algún momento, distensiona el ambiente con algún comentario o chiste inesperado que aporta a la incesante mamadera de gallo. O es ella la que aparece cuando alguien dice, de buenas a primeras: "bueno, yo gasto las empanadas esta vez", y el otro replica: "listo, pero no se le olvide el ají".
Es esta, a final de cuentas, la razón que merma el fuego de los malestares a los que ningún grupo es ajeno. Es la amistad la que nos une y nos hace entender al otro en sus riquezas y en sus tormentos, en su variedad de genios, en los afanes o, como ahora decimos, en sus ataques de chikunguña.
Es esta, a final de cuentas, la razón que merma el fuego de los malestares a los que ningún grupo es ajeno. Es la amistad la que nos une y nos hace entender al otro en sus riquezas y en sus tormentos, en su variedad de genios, en los afanes o, como ahora decimos, en sus ataques de chikunguña.
Al fin y al cabo, es la amistad las que nos muestras que estamos aquí para continuar con la excusa de ArtoArte, a sabiendas de que cada día este se ramifica más en humanoides, perrunos, calles, casas por colorear, barrios por narrar y fronteras que cruzar o bicicleteadas por programar.
En conclusión, la palabra colectivo supone, para mí, aquellos espacios para compartir, conocer y hacer; donde la
fuerza de construcción va en un primer impulso (nodo), desde la individualidad
de cada cual para compartir y
continuar conociendo y dejándonos
conocer (red) con el otro. Abriendo espacio a eso que nosotros denominamos excusa, esperando su reafirmación y ramificación por lugares, personas y experiencias aún insospechadas.
Por: Jesús David Suárez Suárez
Por: Jesús David Suárez Suárez
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